6 noviembre 2020
por Madrid Nuevo Norte
El Programa de Vías Verdes agrupa una red de 2.900 kilómetros de senderos rurales por todo el país y, a lo largo de casi 30 años, esta iniciativa ha dado una nueva vida a más de 120 antiguas líneas de tren abandonadas, infraestructuras ferroviarias que están dispersas por la geografía española, convirtiéndolas en lugares para disfrutar, caminando o en bicicleta, del ejercicio físico, el paisaje, la naturaleza y la historia de los parajes y poblaciones por los que pasa.
Algunas de estas vías están señalizadas, asfaltadas y con edificios rehabilitados para ofrecer servicios al excursionista, y otras mantienen un aspecto más agreste, pero todas ellas comparten el encanto de recorrer zonas naturales por los mismos itinerarios que en su día ocuparon ferrocarriles históricos. Del total de la red nacional, 94,8 kilómetros pertenecen a la Comunidad de Madrid. En este post damos un breve paseo por las cuatro vías verdes madrileñas: la del Tajuña, con su variante del Tren de los 40 Días, la del Guadarrama y la del Alberche. Cuatro recorridos que bien merecen una escapada para conocer su historia y su patrimonio medioambiental.
El Programa de Vías Verdes se comenzó a desarrollar en 1993, impulsado por el entonces Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, con la colaboración de Renfe y FEVE, y la encargada de hacerlo realidad fue la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Desde entonces, la fundación promueve y desarrolla el plan a nivel nacional. A día de hoy lleva realizados más de 100 estudios y proyectos, ha editado varias guías de itinerarios y ha producido hasta una serie documental, “Vive La Vía”, por poner sólo algunos ejemplos del material didáctico y con información práctica para dar a conocer y hacer disfrutar de esos espacios al público al público general.
El programa parte de una estrategia de conservación del territorio mediante la reutilización de antiguas infraestructuras, para fomentar el conocimiento de la naturaleza. Una iniciativa que tiene múltiples atractivos para el visitante: uno de los principales, permite practicar deporte para todos los públicos, al aprovechar los recorridos de las antiguas líneas ferroviarias, con caminos muy llanos y sin casi ninguna pendiente. Sin gran esfuerzo, en plena naturaleza y a tu aire, las vías verdes son una de las experiencias más gratificantes para los recorridos en familia y para quienes se inician en el senderismo y en el cicloturismo.
El dicho popular, “El tren de Arganda que pita más que anda”, se refería a este ferrocarril que partía, desde 1901, de la desaparecida estación del Niño Jesús, junto al parque del Retiro. Su escasa velocidad y el crecimiento del más rápido transporte por carretera hicieron que sus vagones de viajeros dejasen de prestar servicio en 1953.
La vía verde parte de Arganda del Rey, y ha sustituido a los viejos raíles por asfalto de color rojo y tierra compactada en el tramo que discurre hasta el pueblo de Ambite. Sus 49 kilómetros recorren la vega del Tajuña, con paradas en poblaciones como Morata de Tajuña, Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña y Orusco, encontrando a su paso bosques mediterráneos, bosques de ribera y pinares. Pero lo más característico del paisaje son las paredes de yeso cristalizado que surgen a ambos lados del camino en buena parte de su recorrido. Ya en el término municipal de Perales de Tajuña, estas formaciones geológicas se levantan imponentes, formando un barranco horadado por más de 60 cuevas que fueron abiertas por pobladores neolíticos de la zona, en un conjunto conocido como “el Risco de las Cuevas”.
A la altura de Carabaña parte una variante de la vía del Tajuña, la vía verde del Tren de los 40 Días. Se trata de una línea férrea que surgió en un momento convulso de la historia, ya que se construyó para abastecer de alimentos a Madrid durante la Guerra Civil. Debe su nombre a la rapidez con la que se hicieron los trabajos para ponerla en funcionamiento, por la urgencia de la empresa. Se dice que el propósito de los ingenieros era completar su trazado en tan sólo 40 días, aunque realmente los trabajos acabaron durando unos 100 días, utilizando parcialmente materiales reaprovechados de otras líneas de tren. Si breve fue su construcción, también fue efímera su vida útil, ya que se desmanteló en 1940, pasada la contienda.
El itinerario de esta senda transcurre por el sureste madrileño, desde el pueblo de Carabaña hasta el de Estremera; es decir, desde la vega del río Tajuña hasta la del Tajo. Sus 14 kilómetros están asfaltados en color rojo y discurren entre campiñas y páramos. En su recorrido son especialmente destacables las trincheras y túneles que fueron horadados para el paso del tren.
Esta línea de ferrocarril nunca llegó a terminarse, aunque en su día fue un ambicioso proyecto para prolongar el ferrocarril de vía estrecha entre Villamanta (Madrid) y Almorox (Toledo), y hacerlo llegar hasta Plasencia llegando, incluso, hasta tierras salmantinas. Se construyeron varias estaciones y numerosas infraestructuras, pero, al final, los planes no prosperaron y se abandonó el proyecto. A pesar de ello, a mediados de los años 30 la línea fue inaugurada oficialmente y con toda solemnidad: se tendieron raíles entre San Martín de Valdeiglesias y Pelayos de la Presa, sobre los que circuló una sola vez un único tren, que había llegado hasta allí en camión, de la misma manera que regresó acto seguido a su lugar de origen.
La Vía Verde, de 14 kilómetros, parte de San Martín de Valdeiglesias y termina en el dique de Picadas, aunque la gran mayoría de los senderistas, para no circular tanto por asfalto, inicia la ruta en el área recreativa cercana a Pelayos de la Presa, junto al pantano de San Juan. Allí se puede tomar sin problema el camino de tierra sin acondicionar, ya que, aunque no existe señalización alguna, es muy fácil de seguir. La ruta discurre por el barranco de Picadas, entre frondosos pinares y encinares a la orilla del río Alberche, recorriendo cinco viaductos y un túnel que recuerdan en todo momento al visitante el pasado ferroviario de este sendero.
Esta Vía Verde recorre los últimos kilómetros de la línea ferroviaria que, desde 1891, partía en la capital de la desaparecida estación de Goya, muy cerca del histórico puente de Segovia y llegaba hasta Almorox, en Toledo.
Sus trenes de vía estrecha, que tardaban casi cuatro horas en completar el trayecto de Madrid a Almorox, recorrieron la línea hasta 1970, aunque ya cuatro años antes se había cerrado el tramo Navalcarnero-Almorox por no resultar económicamente viable. Mientras funcionó, el ferrocarril fue utilizado para el transporte de mercancías, especialmente alimentos y materiales de construcción, y también fue usado por muchos madrileños que, en verano, buscaban refrescarse en el Alberche.
La vía verde, de tierra compactada, discurre entre tierras de labor y riberas fluviales. Parte cerca de la estación ferroviaria de Móstoles-El Soto y llega tras 5,8 kilómetros hasta el Puente de Hierro, una singular estructura histórica sobre el río Guadarrama de imponente presencia y 120 metros de longitud, construida en 1890 junto con el resto de la línea.
El puente es el final oficial de la vía verde, pero los que quieran recorrer más distancia pueden continuar unos kilómetros más de camino por el antiguo trazado ferroviario, ya sin acondicionar ni señalizar, hasta Navalcarnero.